miércoles, 11 de septiembre de 2013

Nara, la esencia del antiguo Japón

Nara, ciudad imperial del Japón medieval, es un destino ineludible si viajas al país del sol naciente. Los monumentos históricos de la antigua Nara forman parte del Patrimonio de la Humanidad desde el año 1988, están formados por Hōryū-ji, Tōdai ji, Kōfuku-ji, Santuario Kasuga, Gangō-ji, Yakushi-ji, Tōshōdai-ji y los restos de Palacio Heijō.


Lo más habitual es visitar Nara desde Kyoto en una excursión de un día. El trayecto dura aproximadamente una hora tomando la línea JR Nara Local (tomar el “rapid service” que no para en algunas estaciones). Aconsejo llevar preparado con anterioridad lo que se quiere visitar, pues la distancia entre unos lugares y otros es grande y hay que desplazarse en autobús o taxi (compensa para 3 o 4 personas). Con probabilidad habrá que elegir porque no da tiempo a ver todo con tranquilidad en un solo día, a parte que para mí, de regreso a Kyoto hay una parada inexcusable: Fushimi Inari. Así que puestos a elegir, me quedo con Tōdai-ji y Kasuga-taisha




Recomiendo, también, visitar primero Tōdai-ji y después dirigirse, caminando durante una media hora a través del parque, a Kasuga-taisha. De esta forma podremos disfrutar de las cientos de linternas de piedra que flanquea el camino antes de toparnos con el santuario. Además de tener unos curiosos compañeros de viaje: ciervos. Sí, porque en Nara el ciervo está considerado un tesoro nacional y están protegidos; antiguamente eran considerados mensajeros de los dioses. Acostumbrados a la gente, se dejan acariciar y se les puede dar de comer galletas (que venden con ese propósito) sin peligro, pero con precaución. 

Tōdai-ji 

Se trata de la construcción de madera más grande del mundo, aunque en la actualidad es un 33% más pequeño del original ya que ha sido dos veces reconstruido por incendios provocados por la guerra. En su interior alberga un gran buda de bronce, ¡de 15 metros de altura! 



Dos curiosidades. La primera, uno de los pilares que sostiene el edificio tiene un agujero en su base del tamaño de los orificios nasales del Buda. La leyenda cuenta que aquel que pase a través de él será bendecido con la “iluminación”. Los niños lo atraviesan sin dificultad , pero los adultos es otra cosa, algunos en el intento quedan atascados y necesitan ayuda para salir. ¡Yo ni lo intenté! Y la segunda, por un módico precio puedes dejar un mensaje en una de las tejas que serán utilizadas para la reconstrucción del tejado en el futuro.

Kasuga-taisha

Es un santuario sintoísta, y como he comentado con anterioridad, lo más impresionante son las linternas del camino, así como las muchas de bronce, donadas por los fieles, que hay en el propio edificio y que contrastan con el bermellón de la construcción.



Si para la hora de comer o media tarde ya hemos terminado con la visita, se puede comer o tomar un refrigerio en en barrio de Naramachi donde se han conservado muchas casas de madera con la construcción tradicional machiya, típicas en todo Japón, pero sobre todo en el área de Kyoto.


Fushimi Inari


De regreso a Kyoto, dos estaciones antes de llegar (ojo: no coger el rapid service ya que no para), se encuentra este santuario sintoísta. Es famoso por sus cientos de toriis -arco que se encuentra en la entrada de cualquier templo sintoísta y marca la frontera entre el espacio profano y sagrado- bermellón que forman un camino entre los edificios principales que se encuentran diseminados por la montaña. 



Los toriis son donados por empresas o particulares, y en la parte posterior está escrito el nombre del donante y la fecha. Ir y volver a la cima de la montaña puede llevar de dos a tres horas, pero lo habitual es que después de media hora de ascensión se llegue a la intersección Yotsutsuji, donde puedes disfrutar bonitas vistas de Kyoto, y emprendas el descenso ya que a partir de ese punto la densidad de los toriis decrece y el paisaje no es mucho más impresionante de lo ya visto. Para los cinéfilos, comentar que aquí fue rodada la escena de “Memorias de una geisha” en la que aparece la niña corriendo entre toriis.




Aprovecho para recomendar dos web muy útiles si quieres organizar el viaje por tu cuenta, el el blog de Térmico y Japan Guide . Y para desplazarse en tren por el país hyperdia, imprescindible.


Espero volver algún día a este país que me ha dejado prendada.


Los monumentos históricos de la antigua Nara fueron incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad en 1988

martes, 23 de julio de 2013

Goslar y las minas de Rammelsberg

Alemania es, con diferencia, el país donde más he viajado. Podría hablar de urbes mucho más importantes y conocidas, como Berlín, Hamburgo o Munich. Pero lo voy a hacer de Goslar, pequeña ciudad (45.000 habitantes) de la Baja Sajonia, a los pies del macizo Harz, alejada de los circuitos turísticos habituales y que me impresionó muchísimo.

Goslar es célebre por las famosas minas de cobre y plata de Rammelsberg, a un kilómetro de la ciudad. En el siglo XI Enrique II estableció en ella la residencia principal del Sacro Imperio Romano-Germánico, hasta el año 1253, atraído precisamente por la riqueza minera de la zona, construyendo el palacio imperial a pies de la misma.



La ciudad se caracteriza por casas gremiales, el ayuntamiento y un gran número de casas de la alta burguesía con entramados de madera tallados artísticamente. Calles estrechas y adoquinadas donde el tiempo parece que se ha detenido. El conjunto cuya constitución actual quedó fijada sobre los siglos XV y XVI está muy bien conservado, en donde la arquitectura románica, gótica, renacentista y barroca conviven en armonía. En 1992 fue incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad entre otras cosas por “constituir el mayor centro minero y metalúrgico y que fue explotado durante el período más largo en Europa central”. El comienzo del fin empezó en el siglo XVI debido a guerras, conflictos sociales y el cambio de titularidad en la explotación minera; esta lenta entrada en la mediocridad la preservó de las guerras mundiales, lo cual ha permitido que se conserve su gran patrimonio prácticamente intacto, tan sólo con las labores de conservación habituales del paso del tiempo.



La mina de Rammelsberg fue explotada hasta el año 1988; en la actualidad se encuentra abierta al público, donde están documentados mil años de historia minera, siendo uno de los museos más grandes de Alemania. Existen varios tours de distinta duración por el interior de la mina, perfectamente acondicionada, muy interesantes. El único hándicap es que ninguna de estas visitas guiadas, a no ser que esto haya cambiado desde el año 2009 y por lo que he consultado en la red parece que no, se hace en español; pero esto no debe echar para atrás, si te defiendes un poco con el inglés, el simple hecho de ver una mina por dentro merece la pena.




En los alrededores de la mina se encuentra la plataforma acuífera del Alto Harz, un ingenioso entramado de pequeñas presas, acequias, galerías y corrientes de agua que era utilizado por los mineros para la obtención de energía; y que es considerado una obra maestra de la ingeniería. En la actualidad existen 22 rutas de senderismo a lo largo de estas acequias, estanques y corrientes de agua con una longitud de unos 112 kilómetros.


Otra recomendación para los amantes del automóvil que se encuentren por la zona, no podéis dejar de visitar museo Volkswagen en Wolfsburg, a 85 kilómetros de Goslar en dirección norte.



Las Minas de Rammelsberg y la ciudad histórica de Goslar fueron incluidas en las lista de Patrimonio de la Humanidad en 1992, con una ampliación en el 2010 para el sistema de gestión hidráulica del Alto Harz.

lunes, 10 de junio de 2013

Lagos Plitvice, "el jardín del diablo"

Cuenta la leyenda que hace muchos muchos años una larga sequía azotaba la región de Lika. Las personas, los animales y las plantas morían de sed. La Reina Negra que pasaba por el valle, se compadeció de ellos y mandó el agua en forma de diluvio que no paró hasta que surgieron lo que hoy se conoce como los Lagos de Plitvice. En Croacia, no todo es Dubrovnik, ni mucho menos, y si se viaja a este país los lagos son una visita obligada, tanto o más que la famosa ciudad. 


El parque tiene una extensión de 30.000 hectáreas, y consta de 16 lagos unidos entre sí por medio de pequeñas cascadas y que según la leyenda, también, toman su nombre de los ahogados que hay bajo sus aguas. De modo que por ejemplo tenemos el lago del Gitano; el de la Abuela; el de el Pastor Mile y el más grande (2,5 km de largo) de las Cabras, donde una treintena de cabras se hundieron al ceder el hielo mientras huían de los lobos. 





El agua transparente, con diferentes tonalidades que pueden ir del gris de un lago finlandés al azul del mar caribeño alberga en su fondo grandes esqueletos blancos de los árboles caídos. La caliza del agua se va posando en ellos y lo convierten lentamente en travertino. Circundando los lagos hay frondosos bosques de hayas y abetos donde habitan numerosas especies como osos, linces, ciervos, lobos, sapillos de vientre amarillo, urogallos, … 



Plivitce, ha recuperado el esplendor que merece después de que dos décadas atrás, durante la guerra de la ex Yugoslavia, los guerrilleros serbios secuestraran el parque y amenazaran con volar los lagos, cosa que afortunadamente no ocurrió. 

El problema para llegar a los lagos es que la comunicación es precaria, por ello lo mejor es ir en coche. Desde Zagreb se llega en dos horas por una carretera bastante buena, para las que te encuentras en otras partes del país. Aconsejo alojarse en una de las casas rurales que hay por la zona, todas con una pinta estupenda. En la que me alojé (Pool Apartments Plitvice Lakes) la dueña era muy amable, la casa estaba genial y el desayuno espectacular, aún recuerdo el color naranja intenso de la yema de los huevos; y tan solo a 9 km del parque, ¡una delicia!



La visita se realiza a pie a través de senderos y puentes de madera, y los lagos más grandes se pueden recorrer en silenciosas barcas. Lo mejor es ir a primera hora y en día laborable para evitar en la medida de lo posible el turismo.  La visita llevará todo el día, así que lo mejor una buena mochila con bebida y comida para la jornada, calzado impermeable y unas ganas enormes de disfrutar de la naturaleza.



Los Lagos de Plitvice fueron incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad en el año 1979 con una ampliación en el 2000