Mi
primer gran
viaje
fue a Senegal. Cuando me lo propusieron dije que sí con los ojos cerrados, y tan cerrados que
no me da vergüenza reconocer, ahora, que en cuanto llegué a casa
cogí un atlas...Senegal estaba en África, por supuesto,
pero....¿dónde exactamente? Después surgieron más dudas: ¿cuántas
vacunas habría que ponerse? ¿qué clima? ¿qué ropa? ¿es
peligroso?..., en definitiva, un infierno de preguntas. Todas se
resolvieron, unas en España y otras in
situ.
Así
que, allá que me fui, con mucha ilusión y un montón de
expectativas. Pasé momentos difíciles, como las diarreas, el clima
y las comidas hacen estragos para los que no estamos acostumbrados.
Para mí lo peor fue el calor y la humedad, teniendo la tensión y el
azúcar bajo, todas las tardes me quedaba off.
La
inconsciencia, también jugó su papel. Nos lo advirtieron: “¡¡¡tened
cuidado con el agua, siempre embotellada!!!”,
y que fue lo que tomamos de postre una de las primeras noches:
helado...en fin.
Aún
así no me defraudó. Los paisajes, la cultura, la luz...pero sobre
todo, y lo que más, la gente. Maravillosa. ¿Cómo se puede vivir,
en algunos casos, tan humildemente y ser tan generosos? Deberíamos
de aprender mucho de ellos.
Hay
tres situaciones vividas en ese viaje que me marcaron.
Una.
En un poblado una niña se estaba comiendo una manzana, con toda
probabilidad dada por alguno de los compañeros de viaje; una niña
descalza, con las ropas raídas, con el cabello enmarañado,
seguramente que con habitantes, y por descontado con más hambre que
yo, me ofrecía la mitad de su manzana.
Dos. En otro poblado, cuando le dí a otra niña una toallita húmeda, para que se limpiara las manos, aunque en realidad lo que necesitaba era un baño integral. La pobre alucinaba con eso que estaba mojado y que según se frotaba se volvía marrón. Pero más aluciné yo cuando le dí una segunda, y cogiéndola con el pulgar y el índice, no la utilizó. Yo insistía mediante gestos que se limpiara, al final comprendí lo que me estaba diciendo, “se la guardaba para su mamá”.
Tres.
Lo que más me impresionó y que con el paso de los años no olvido. La
visita, fuera de toda ruta turística, que nos propuso el guía a una
maternidad a fin de que viéramos de primera mano la realidad del
país. No tengo palabras para describir lo que vi allí, aún ahora
se me hace un nudo en la garganta. La asepsia , por supuesto brillaba por su ausencia. Guantes de látex lavados con agua colgados de una
cuerda esperando la próxima intervención; estribos de la camilla
del paritorio oxidados; mujeres sentadas en el suelo, con claros
síntomas de tener fuertes contracciones, que no entran al paritorio
porque solo hay uno, y hay que esperar casi que el niño asome la
cabeza. Y cuando la mujer ha dado a luz, un día y para casa..y por
supuesto el regreso a casa andando, andando aunque esté a veinte
kilómetros. Allí dejamos todos nuestros botiquines. ¿En el
autobús? Tensa emoción.
Esto lo escribí al
regreso.
“He
visto más estrellas de las que jamás imaginé ver.
He visto las estrellas
que la luz cegadora no deja ver.
He sentido la triste
felicidad,y la feliz tristeza.
Me he dormido con la
sonrisa, con la mirada
de un crío en la
retina, por el simple y trivial gesto
de acercar mi mano y
unirla a la suya.
He compartido la
ilusión de la gente por mostrar
una cultura tan
diferente a la nuestra, tan de verdad,
que deberían ser la
misma.
He visto la felicidad
reflejada en nuestros rostros,
en el tuyo.
He visto tu luz,y me
he imaginado lo que podría ser
si otra luz no
cegara.”
Podrías poner fotos de los viajes. O eso te lo guardas para el blog de fotografía?
ResponderEliminarMe gusta!
Ja,ja...Que esa foto es mía!!!..escaneada claro, que por aquella época aún éramos analógicos.
EliminarMe parto de risa con Lola!! Jajajjaja
ResponderEliminarGenial!!!
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