sábado, 14 de julio de 2012

Senegal, su luz y su gente


Mi primer gran viaje fue a Senegal. Cuando me lo propusieron dije que sí con los ojos cerrados, y tan cerrados que no me da vergüenza reconocer, ahora, que en cuanto llegué a casa cogí un atlas...Senegal estaba en África, por supuesto, pero....¿dónde exactamente? Después surgieron más dudas: ¿cuántas vacunas habría que ponerse? ¿qué clima? ¿qué ropa? ¿es peligroso?..., en definitiva, un infierno de preguntas. Todas se resolvieron, unas en España y otras in situ.

Así que, allá que me fui, con mucha ilusión y un montón de expectativas. Pasé momentos difíciles, como las diarreas, el clima y las comidas hacen estragos para los que no estamos acostumbrados. Para mí lo peor fue el calor y la humedad, teniendo la tensión y el azúcar bajo, todas las tardes me quedaba off. La inconsciencia, también jugó su papel. Nos lo advirtieron: “¡¡¡tened cuidado con el agua, siempre embotellada!!!”, y que fue lo que tomamos de postre una de las primeras noches: helado...en fin.

Aún así no me defraudó. Los paisajes, la cultura, la luz...pero sobre todo, y lo que más, la gente. Maravillosa. ¿Cómo se puede vivir, en algunos casos, tan humildemente y ser tan generosos? Deberíamos de aprender mucho de ellos.

Hay tres situaciones vividas en ese viaje que me marcaron.

Una. En un poblado una niña se estaba comiendo una manzana, con toda probabilidad dada por alguno de los compañeros de viaje; una niña descalza, con las ropas raídas, con el cabello enmarañado, seguramente que con habitantes, y por descontado con más hambre que yo, me ofrecía la mitad de su manzana.




Dos. En otro poblado, cuando le dí a otra niña una toallita húmeda, para que se limpiara las manos, aunque en realidad lo que necesitaba era un baño integral. La pobre alucinaba con eso que estaba mojado y que según se frotaba se volvía marrón. Pero más aluciné yo cuando le dí una segunda, y cogiéndola con el pulgar y el índice, no la utilizó. Yo insistía mediante gestos que se limpiara, al final comprendí lo que me estaba diciendo, “se la guardaba para su mamá”.

Tres. Lo que más me impresionó y que con el paso de los años no olvido. La visita, fuera de toda ruta turística, que nos propuso el guía a una maternidad a fin de que viéramos de primera mano la realidad del país. No tengo palabras para describir lo que vi allí, aún ahora se me hace un nudo en la garganta. La asepsia , por supuesto brillaba por su ausencia. Guantes de látex lavados con agua colgados de una cuerda esperando la próxima intervención; estribos de la camilla del paritorio oxidados; mujeres sentadas en el suelo, con claros síntomas de tener fuertes contracciones, que no entran al paritorio porque solo hay uno, y hay que esperar casi que el niño asome la cabeza. Y cuando la mujer ha dado a luz, un día y para casa..y por supuesto el regreso a casa andando, andando aunque esté a veinte kilómetros. Allí dejamos todos nuestros botiquines. ¿En el autobús? Tensa emoción.

Esto lo escribí al regreso.

He visto más estrellas de las que jamás imaginé ver.
He visto las estrellas que la luz cegadora no deja ver.
He sentido la triste felicidad,y la feliz tristeza.

Me he dormido con la sonrisa, con la mirada
de un crío en la retina, por el simple y trivial gesto
de acercar mi mano y unirla a la suya.

He compartido la ilusión de la gente por mostrar
una cultura tan diferente a la nuestra, tan de verdad,
que deberían ser la misma.

He visto la felicidad reflejada en nuestros rostros,
en el tuyo.

He visto tu luz,y me he imaginado lo que podría ser
si otra luz no cegara.”

4 comentarios:

  1. Podrías poner fotos de los viajes. O eso te lo guardas para el blog de fotografía?
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    1. Ja,ja...Que esa foto es mía!!!..escaneada claro, que por aquella época aún éramos analógicos.

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  2. Me parto de risa con Lola!! Jajajjaja

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